Desde pequeño, Mateo Vanegas, egresado del Programa de Medicina de la Universidad El Bosque, supo que su camino estaría ligado a la salud. Su vocación no nació en el aula ni en los libros de anatomía, sino en un momento de angustia que marcaría su vida para siempre. A los 11 años, su madre sufrió un infarto agudo de miocardio en una zona de difícil acceso, donde recibir atención médica no era inmediato. La incertidumbre y el miedo se apoderaron de él mientras veía a su familia en desesperación.
Ese episodio dejó en él una profunda admiración por los médicos que lograron salvarla y despertó su deseo de ser como ellos. “Desde entonces, quise ser uno de ellos y me propuse ser médico algún día. Después de mucho esfuerzo y un largo recorrido, aquí estamos”, afirma con orgullo.
Ingresar a El Bosque fue el primer paso para hacer realidad ese sueño. Más allá del reto académico, encontró en la institución un ambiente de confianza y apoyo que le permitió crecer tanto en lo profesional como en lo personal. A lo largo de los años de formación, descubrió que la medicina no solo se trata de curar enfermedades, sino de comprender a los pacientes en su totalidad. En este sentido, su educación en la universidad le ofreció una visión integral del ser humano, lo que sería clave en su futuro ejercicio profesional.
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Uno de los aspectos que más valora de su paso por nuestra Institución es la manera en que el plan de estudios está estructurado, permitiéndole no solo adquirir conocimientos teóricos, sino aplicarlos de manera práctica y reflexiva. “Siempre me pareció muy bien organizada en función de que el estudiante pudiera disfrutarla y entenderla realmente, lo cual para mí marcó una diferencia muy grande, ya que fue un factor importante para enamorarme cada día más de mi carrera”, destaca.
Durante sus años de estudio, comenzó a interesarse por la obesidad como un problema de salud pública. Comprendió que esta condición había influido en el infarto de su madre y que, además, es una de las principales causas de enfermedades crónicas en el mundo. Con el tiempo, se dio cuenta de que no se trataba sólo de una condición física, sino de una problemática con raíces médicas, psicológicas y sociales. Esta inquietud se hizo aún más evidente durante la pandemia de SARS-CoV-2, mientras realizaba sus rotaciones en el Hospital Santa Clara de Bogotá.
Con el confinamiento, el sedentarismo se convirtió en un problema creciente y muchas personas vieron afectada su salud metabólica. Mateo notó que la pandemia estaba agravando el problema de la obesidad y decidió actuar. Así, comenzó a trabajar en un modelo de atención que integrara prevención, educación y tratamiento, con el objetivo de impactar la vida de las personas desde un enfoque más completo.
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Con el tiempo, su idea evolucionó hasta convertirse en Total Body, un emprendimiento que ha atendido a más de 6.000 personas con sobrepeso u obesidad, basándose en un modelo multimodal que no solo se enfoca en la pérdida de peso, sino también en el manejo de enfermedades asociadas como el síndrome metabólico, la diabetes mellitus y la hipertensión arterial. Para Mateo, este enfoque es fundamental, ya que le permite ofrecer soluciones sostenibles y personalizadas.
Más allá del tratamiento clínico, su visión ha sido acompañar a cada persona en su proceso de cambio, asegurando que reciba una atención integral.
“Cada tratamiento inicia con una valoración completa, en la que abordamos las situaciones de vida que han contribuido a la condición del paciente y las razones por las cuales busca ayuda. Así, podemos desarrollar un proceso en el que no solo intervenimos desde la medicina, sino también desde la psicología, la nutrición y la actividad física”, explica.
Uno de los pilares que guían su ejercicio profesional es el enfoque biopsicosocial, un concepto que adquirió en nuestra Universidad y que ha aplicado en su trayectoria. Más allá de los síntomas físicos, considera que es esencial comprender las emociones, hábitos y entornos de cada paciente para lograr un impacto real en su salud.
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A lo largo de su camino, ha visto cómo pequeños cambios pueden transformar vidas. Por eso, su objetivo no es solo tratar enfermedades, sino educar a las personas y empoderarlas para que tomen el control de su bienestar. “Enseñándoles el valor de no restarle importancia a cada uno de los ejes del enfoque biopsicosocial y cultural, permitimos que los propios pacientes identifiquen situaciones o acciones de su vida cotidiana que están incidiendo de manera negativa en su problemática y aquellos que, por el contrario, son herramientas de apoyo para mejorar”, afirma.
Su historia es un testimonio de cómo la medicina no sólo se trata de curar enfermedades, sino de prevenirlas y transformar vidas a través de la educación y la conciencia sobre la salud. Hoy, sigue trabajando con la convicción de que un cambio en el estilo de vida puede marcar la diferencia entre la enfermedad y el bienestar, entre la incertidumbre y la esperanza.