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¿Por qué se está acabando el agua en Bogotá? Claves de una crisis creciente

Con un 70 % de su suministro hídrico de fuentes externas y enfrentando fenómenos climáticos como El Niño, ¿cómo superará Bogotá su escasez de agua?
Crisis del agua en Bogotá: ¿Cómo impactan El Niño y La Niña en el suministro?

La capital colombiana enfrenta una emergencia hídrica agravada por diversos factores que, combinados, amenazan tanto el suministro como la calidad del agua disponible para millones de habitantes. Según el profesor Juan Mauricio García de la Facultad de Ingeniería de la Universidad El Bosque, experto en planificación de cuencas hidrográficas, esta crisis puede atribuirse a una combinación de factores culturales, estructurales y ambientales que han exacerbado la escasez de un recurso ya de por sí limitado.

Uno de los principales problemas identificados por el profesor es la falta de conciencia y responsabilidad en el uso del agua por parte de los ciudadanos y administradores de la capital. Muchos bogotanos no son conscientes de la finitud del recurso hídrico, lo que se traduce en prácticas cotidianas que contribuyen al desperdicio y la ineficiencia. 

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“Tanto los usuarios como los administradores no adoptan medidas preventivas, quizás porque no comprenden la inevitabilidad de crisis donde el agua será escasa", señala el docente. Esta cultura del desperdicio se ve agravada por una falta de políticas efectivas que promuevan un uso más racional del agua.

Otro factor crítico es la vulnerabilidad de la capital a los ciclos de La Niña, lluvias intensas, y El Niño, un fenómeno climático que reduce las precipitaciones y conduce a períodos de sequía severa, que el sistema de acueducto actual no está preparado para manejar eficazmente. La escasez resultante no solo compromete la disponibilidad del agua, sino que también intensifica la demanda de recursos hídricos de fuentes externas, siendo así que aproximadamente el 70 % del agua consumida en Bogotá proviene de una cuenca que es parte de la del río Meta

Explica que este sistema no se comporta como un circuito cerrado y sostenible, sino como uno abierto y altamente dependiente. El diseño original, que no ha sido actualizado significativamente en décadas, no solo es incapaz de cubrir la demanda creciente, sino que también es vulnerable a la contaminación y al impacto de las actividades humanas en las cuencas hidrográficas.

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La creciente expansión urbana en Bogotá ha comprometido los sistemas hídricos locales. Foto: Pixabay.

Por otro lado, el crecimiento urbano descontrolado en la capital ha exacerbado significativamente los problemas hídricos. La expansión de la ciudad ha resultado en la canalización y contaminación de ríos y drenajes que antes servían para abastecer de agua a los habitantes. Estos cuerpos de agua, ahora reducidos a canales contaminados, han perdido su capacidad para recargar acuíferos y proporcionar agua limpia. Paralelamente, la conversión de áreas verdes en superficies de asfalto y concreto ha disminuido la capacidad del suelo para absorber y retener agua, lo que complica la gestión de las precipitaciones y eleva el riesgo de inundaciones.

A esta situación se añaden las prácticas agrícolas intensivas y la ganadería, que demandan grandes cantidades de agua y modifican la cobertura del terreno, lo que debilita aún más la capacidad de las cuencas para retener agua y sustentar los embalses naturales. 

Esta condición se ve agravada por el destructivo impacto de la deforestación, que elimina la vegetación crucial para la retención natural de agua en el suelo. Esta serie de factores no solo disminuye la capacidad de los suelos para almacenar agua, sino que también amenaza seriamente la biodiversidad y la estabilidad de los ecosistemas locales, comprometiendo así la sostenibilidad de los recursos acuíferos de la región.

¿Qué medidas urgentes necesita la ciudad para garantizar agua para todos?

Ante esta situación, el experto enfatiza en la importancia de adoptar una serie de medidas inmediatas y a largo plazo para abordar la crisis. Una de las más urgentes es la realización de una evaluación detallada de la demanda actual de agua, identificando específicamente los puntos críticos de uso ineficiente y excesivo. Esta evaluación debería ir acompañada de una campaña educativa intensiva que involucre a las comunidades en la comprensión y acción sobre la conservación del agua.

En el largo plazo, es crucial fortalecer la oferta hídrica mediante la gestión adecuada de espacios propicios para la recarga de los acuíferos. Esto implica considerar cambios en el uso del suelo en áreas donde la recarga de agua es viable, así como compensar a las comunidades locales por los servicios ambientales que proporcionan al preservar estos espacios. Asimismo, es necesario promover la reforestación y la protección de áreas clave que contribuyan a la conservación de las cuencas hidrográficas.

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El profesor sugiere intensificar las estrategias de conservación de recursos naturales y fomentar una participación activa de las comunidades locales en la gestión de las cuencas hidrográficas. Esta colaboración se potencia a través de la creación de espacios de diálogo y la capacitación en el uso de Sistemas de Información Geográfica (SIG) participativos, que mejoran la recopilación y análisis de datos geoespaciales, facilitando así una gestión de los espacios que pueden aprovisionar de agua de manera eficaz y participativa. 

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La pérdida de vegetación cerca de Bogotá ha deteriorado la capacidad de los suelos para retener agua. Foto: Pixabay.

Comenta que la Universidad El Bosque ha liderado proyectos como la Mesa Ambiental El Cedro en el norte de Bogotá y la planificación participativa de la cuenca La Paramera en Barichara, Santander. Estos proyectos han permitido a las comunidades realizar análisis espaciales de los ecosistemas locales y desarrollar planes de conservación basados en un conocimiento detallado y compartido de las cuencas, mejorando así la gobernanza ambiental y asegurando la sostenibilidad de los recursos hídricos.

De Las Vegas a Bogotá: lecciones para enfrentar la escasez de agua

Por último, mirando hacia el futuro, García resalta la necesidad de aprender de las lecciones de otras ciudades que han enfrentado problemas similares. Un ejemplo sobresaliente es Las Vegas, Nevada, en Estados Unidos. Esta ciudad, situada en un desértico entorno y con un enorme desarrollo hotelero, enfrenta el desafío de satisfacer las necesidades hídricas de 2.4 millones de residentes y 40 millones de visitantes anuales. Las Vegas implementó un programa de seguimiento que incluye patrulleros del agua para identificar incumplimientos en el uso del recurso, además de incentivos económicos para quienes reemplazan césped natural por artificial.

Además, Las Vegas lanzó campañas educativas para promover la conservación del agua y sostener el desarrollo económico de la ciudad. Estas iniciativas, junto con un sistema de reciclaje que trata el 100 % de las aguas residuales y las recircula para su reutilización, han permitido no solo controlar la demanda sino también promover un modelo de gestión sostenible. Aunque esta experiencia ha sido exitosa, la sostenibilidad a largo plazo del sistema aún no está clara, pero ofrece un ejemplo valioso de cómo combinar innovación y política pública para mitigar una crisis hídrica.

Cabe enfatizar que la crisis del agua en Bogotá no es un problema aislado, sino un desafío que requiere un enfoque integrado y sostenible que involucre a todos los sectores de la sociedad. Solo a través de un esfuerzo conjunto y continuado se podrá asegurar un futuro donde el agua no sea un recurso que limite el desarrollo de la ciudad, sino que lo potencie.